“Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia” (Tito 3:4,5)
“La salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah” (Salmo 3:8)
“Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová” (Jonás 2:9)
La salvación es de Dios, la Biblia lo enseña claramente en varios pasajes. Eso quiere decir que el hombre no tiene parte, no se salva, ni redime el mismo, lo salva Dios.
“Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús…” (2 Timoteo 1:9)
En la salvación todo es de Dios: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8) El sacrificio expiatorio, la gracia sobre la cual se nos ofrece y sostiene la salvación y la fe; todo, absolutamente, proviene de Dios.
Y en esa salvación, la Trinidad de Dios, obra de una manera completa. El Padre enviando al Hijo, el Hijo ofreciéndose en sacrificio por nuestros pecados, y el Espíritu Santo convenciéndonos de pecado y forzándonos por la fuerza de la argumentación, para que accedamos al llamamiento de Dios.
El hombre no quiere aceptar su nulidad. Siempre quiere hacer algo. “¿Qué bien haré para tener la vida eterna?” (Mateo 19:16) Nadie alcanzaría la vida eterna haciendo algo, lo único que debe hacer para ser salvo es creer. (Hechos16:31) y aunque eso termina haciéndolo voluntariamente, tampoco es merito suyo, sino el resultado del trabajo de Dios en él, por medio de la Palabra y la acción del Espíritu.
Pensamientos para reflexionar