LA NECESIDAD DE UNA VIDA SANTA

“Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Levítico 20:26)

“Para los santos que están en la tierra, Y para los íntegros, es toda mi complacencia” (Salmo 16.3)

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14)


Dios es Santo, y todo lo que tiene que ver con él también lo es. Nosotros somos llamados santos, pues santo significa apartado, puesto aparte, separado de lo malo, y es justamente lo que hace Dios con aquellos que adquiere por medio de Jesucristo.

Así como Dios es Santo, y es natural para él, estar apartado del mal; al creyente, debido a su antigua naturaleza pecaminosa, se le debe recordar que debe mantener esa separación y abstenerse de toda especie de mal. (1 Tesalonicenses 5:22)

Muchas veces, cuando se habla de la necesidad de vivir una vida santa, muchos creyentes se enojan, y toman esas recomendaciones como exageraciones religiosas. Muchos creyentes, quisieran vivir una vida cristiana, pero sin separarse de las cosas que pertenecían a su antigua vida.

Uno puede vivir sin santidad, pero al precio de vivir una vida cristiana poco victoriosa. Lo creamos o no, vivir sin separarse de las cosas que Dios nos ha separado, nos hace perder sensibilidad espiritual. Una sensibilidad que necesitamos para tener ganas de leer la Palabra y para comprenderla, para orar convenientemente, para congregarnos…

los que trabajan en comunicaciones cuidan sus oídos, porque si pierden audición, ya no pueden ser efectivos en lo suyo. Un tahúr, cuida sus manos, porque necesita tenerlas bien sensibles al tacto. Cuánto más entonces un cristiano, debe cuidar su sensibilidad espiritual para vivir su vida de fe.


Pensamientos para reflexionar

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