LA LOCURA DE LA IDOLATRÍA

“Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho. Los ídolos de ellos son plata y oro, Obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; Orejas tienen, mas no oyen; Tienen narices, mas no huelen; Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos” (Salmo 115:3-8)


La idolatría manifiesta el deseo del hombre de tener un Dios para él y a su medida, a quien pueda manejar, utilizar y venerar, como también dejarlo de lado para volver a tomarlo cuando lo necesite.

Ante sus ídolos, el hombre, no tiene compromiso alguno, con ofrecerle de vez en cuando algún sacrificio voluntario alcanza. El ídolo no le exige que cambie, ni que se porte bien.

Cuando a esas personas se les habla del único y sabio Dios, no quieren saber nada. Sin embargo, como el hombre es un ser religioso, inventa el mismo su propio dios, y a ese dios, le da las cualidades que quiere.

Al verdadero Dios lo rechazan, y ponen su fe en sus ídolos. Que tienen ojos, mas no ven, tienen orejas, pero no oyen y que cuando clamen, no tendrán respuesta, tal como les sucedió a los profetas de Baal en tiempos de Elías (1 Reyes 18:25-29) o a los marineros que estaban en el barco con Jonás (Jonás 1:5)

Dios que tiene misericordia y que no quiere que nadie se pierda, llama al hombre para que deje sus ídolos, y deposite su fe en Jesucristo. Le hace ver la insensatez y su pecado y los llama al arrepentimiento poniendo delante de ellos el camino de salvación diciéndoles: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31) Porque en ningún otro hay salvación.


Pensamientos para reflexionar

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