“Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, Y él oirá mi voz” (Salmo 55:17)
Daniel, “se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios” (Daniel 6:10)
“Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:8,9)
Alguien, observando el comportamiento de los camellos, notó, como por la mañana, cuando se preparaban las caravanas para salir, los camellos se arrodillaban, y así postrados quedaban mientras se le acomodaban los bultos y las valijas que debían transportar, de manera muy equilibrada, sujetándolas con cuerdas. Al mediodía, luego de haber andado, la carga se desacomodaba, porque se aflojaban las cuerdas y los animales gruñían molestos. Allí, se arrodillaban nuevamente, para que se les acomodara la carga. Finalmente, al caer la tarde, los animales renovaban su queja, pero allí, se los volvía a arrodillar, para quitarles la carga y que pudiesen descansar tranquilos recuperando sus fuerzas.
El creyente debe arrodillarse ante Dios, cuando esté trabajado y cargado, varias veces al día: “Tarde, mañana y a mediodía…”
Cada mañana debemos arrodillarnos como los camellos y dejar que el Señor acomode todo cuanto nos pesa.
Así marcharemos con la fuerza de Dios, aunque de repente el peso se haga agobiador, y sea necesario arrodillarnos nuevamente, para que él acomode nuestros pensamientos y sentimientos. Luego, al finalizar el día, el Señor nos liberará de los que nos angustia, para que podamos descansar y renovar las fuerzas. (Salmo 4:8)
El Señor no siempre quitará inmediatamente la carga que nos agobia, pero si nos promete su fiel protección y su compañía, para que conozcamos más de su amor y sus bendiciones a pesar de las pruebas.
Pensamientos para reflexionar