LA LÁMPARA DEL CUERPO ES EL OJO (Parte 2)

“Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón” (Proverbios 4:20,21)

“Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley” (Salmos 119:18)


Los pasajes que se refieren al ojo bueno, son muy aleccionadores, y esto que lógicamente, aplicamos a lo que miran nuestros ojos con relación a lo que nos rodea y que son las cosas del mundo que el mismo enemigo de nuestras almas presenta para desviar nuestra atención; también lo debemos aplicar a cuando nos ocupamos de analizar las cosas espirituales que están escritas para nuestro bien.

Hay dos formas de ver las enseñanzas divinas. Una, es como lo presentan las Escrituras, por el lado bueno, mostrándonos las cosas como verdaderamente son. Otra, es contrastando continuamente estas verdades con las aberraciones que se hacen en el ambiente cristiano.

Si cada vez que vemos un tema bíblico, somos tentados a entrar en los errores de las sectas de la cristiandad, viendo sus interpretaciones al respecto, corremos el riesgo de opacar la luz que Dios quiere darnos por medio de esas verdades, porque estaremos enfocando en lo malo.

Por ejemplo: Si al meditar en temas como la salvación, el bautismo, la Cena del Señor, los dones, la Iglesia, etc. desviamos nuestras miradas a las malas interpretaciones de ciertos círculos cristianos, perderemos mucho, porque en esos errores no está Cristo. Tenemos que fijar nuestros ojos en la verdad plena, donde brilla Cristo y la gloria de Dios, y eso hará que estemos llenos de luz, y capacitados para desechar todo error.


Pensamientos para reflexionar

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