
“Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26.4)
“Jesús… Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12)
El hombre puede desechar la verdad y creer en lo que el diablo, “padre de mentira” le diga (Juan 8:44) pero eso siempre será una necedad de la cual eternamente se arrepentirá.
Toda religión en la cual el hombre se apoya, se asemeja a las hojas de higuera con las cuales Adán y Eva tejieron sus delantales. Momentáneamente, eso los tranquilizó, pero, cuando sintieron la proximidad de Dios, sintieron temor, y eso no tuvo ninguna eficacia. (Génesis 3:7-10) Así les sucede a quienes se escudan tras una religión. Pueden pasar la vida aferrándose a una religión, sin pensar seriamente en Dios, pero tarde o temprano, sentirán la proximidad de Dios, y allí la intranquilidad invadirá sus almas.
Habiendo tanta mentira disponible para el tropiezo del hombre y teniendo el hombre esa condición pecaminosa que hace que no quiera saber nada acerca de Dios, la humanidad no tiene esperanza en sí misma. Esto, a no ser que Dios actúe, como realmente lo hace, haciendo que el hombre sea vea en la luz, reconozca su pecado, se arrepienta y acepte a Cristo como Salvador.
Si fuera por merecimiento, los seres humanos, solo merecemos el juicio de Dios, pero Dios por gracia, nos ofrece la Salvación. Esa Salvación, no la situó en una religión, sino en una persona: Jesucristo. Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3.16)
Pensamientos para reflexionar