Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis… Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo… Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. (Juan 6:26,51 y 53)
El capítulo 6 del evangelio de Juan nos enseña que, si lo importante para Dios es el número de seguidores, nuestro Señor debía haber seguido aumentando ese número tal como venía dándose. Sin embargo, el Señor que ama la verdad en lo íntimo, y conoce los corazones, en lugar de acrecentar ese número, lo puso a prueba pasándolo por un filtro. Les hizo ver claramente cómo y porqué debían seguirlo. Les dijo que no se trataba solamente de seguirlo convenientemente, sino que era necesario comer su carne y beber su sangre si querían tener vida en su nombre. Y eso les pareció una palabra dura. (Véase Juan 6: 51-60)
Así muchos se volvieron atrás y ya no andaban con él (Juan 6: 66) Sólo quedaron los verdaderos creyentes, que encontraron en Jesús, al Cristo de Dios, al Hijo del Dios viviente, lleno de gracia y de verdad.
El Señor nos enseñó que lo que vale es lo verdadero y según la apreciación de Dios. Que no importa si son menos los fieles, cuando son más fieles. Porque Dios no se guía por números y somos mucho más que eso delante de él.
Miles de sectas crecen como laurel verde, porque la gente justamente se identifica con aquellos lugares donde escuchan lo que quieren oír (2 Timoteo 4:3) Pero nosotros debemos hablar “lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1)
Pensamientos para reflexionar