LA GRANDEZA DEL EVANGELIO

“Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable” (Números 14:18)

“Sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados” (Hebreos 9:22)


Ya en tiempos de Moisés, fue dada una declaración con las verdades más excelentes del evangelio de la gracia de Dios.

Por un lado, tenemos el carácter de Dios que, aunque tardo para la ira y grande en misericordia, anuncia que el castigo llegará para todos aquellos que lo rechazan. Sin embargo, ese Dios, perdona. Perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable.

¿Cómo puede aceptar tales declaraciones una mente carnal? ¿Cómo se puede entender que perdona la iniquidad, pero no tendrá por inocente al culpable? Es como que no se entiende. Pero allí, aparece Cristo, el ungido desde los cielos que, no es otra persona que el Hijo de Dios. La segunda persona de la trinidad.

El Hijo Vino a nosotros y se hizo semejante a nosotros, excepto el pecado, para poder redimirnos, sustituyéndonos en el lugar del castigo. ¡Gloria sean dadas a nuestro Dios! El justo murió en la cruz, pagando por los injustos (1 Pedro 3:18)

Debido a esto, Dios perdona a todos aquellos que creen en Cristo como su Salvador. Les hace llegar la buena noticia del evangelio y todos aquellos que reconociéndonos pecadores reciben a Cristo confiando en él, son salvos, y perdonados de sus iniquidades y rebeliones. Los demás, siendo culpables, ya que todos somos pecadores (Romanos 3:23) no. Los demás no serán perdonados ni serán tenidos por inocentes.


Pensamientos para reflexionar

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