
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17)
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17)
Siempre se acentúa que todos los salvos, son salvos eternamente por medio del sacrificio de Jesucristo mediante la fe. Esto significa que nadie se salva ni salvó por haber obrado rectamente, por haber guardado la ley, por haberse esforzado en portarse bien, ni por haber dado algo a cambio de su salvación; sino que son salvos porque le creyeron a Dios en la medida de la luz de revelación que hayan tenido y se vieron beneficiados por esa salvación que Dios otorga por gracia, es decir, por amor, sin que el hombre tenga merecimiento alguno.
Ante esta verdad algunos se preguntan: ¿Si siempre hubo gracia, por qué la Biblia dice que la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo?
La respuesta es clara: Efectivamente, siempre nuestro Dios de toda gracia (1 Pedro 5:10) actuó con gracia a través de las distintas dispensaciones para con el hombre, pero, una cosa es actuar en gracia, y otra muy distinta, es que esa gracia haya venido hasta nosotros en una persona. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11)
La ley es algo que Dios dio, y que bendecía en tanto y en cuanto se la cumpliera. Pero la gracia vino a nosotros en Jesús el Hijo de Dios, y no para condenarnos, sino para morir por nuestros pecados. Para que gustáramos esa gracia y fuéramos salvos.
Pensamientos para reflexionar