
“Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra” (Salmo 119:67)
“Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos” (Salmo 119:71)
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11)
La Biblia nos habla de distintas formas de disciplina.
La palabra disciplina viene de una palabra que significa: aprender, educar, instruir… Por eso, se utiliza para corregir, reprender etc. pero con el fin de llevar a un alma a la corrección y no por el simple hecho de castigarla.
Hay diferentes formas de disciplina. Disciplina fraternal. La disciplina Paternal, que es la que efectúa Dios en cada uno de sus hijos. Y la disciplina del Señor que como Hijo sobre su casa aplica para que, la Iglesia, su casa, se mantenga en orden.
En todos los casos, nunca la disciplina es eterna. La disciplina tiene un propósito y siempre es la de la corrección y restauración. Y tiene un tiempo que es hasta que la persona que pecó, vea el mal en el que ha caído, entienda lo que ha hecho y se vuelva a Dios en reconocimiento del hecho, con arrepentimiento y confesión de pecado. (1 Juan 1:9)
Perpetuar la disciplina, no es Lo que enseñan las Escrituras. La disciplina no es un castigo que se establece para siempre, sino algo que se aplica esperando la restauración del hermano caído. Por eso, cuando la persona se arrepiente y confiesa su mal ante Dios, Dios lo perdona, y nosotros también debemos hacerlo. Y cuando la persona perdonada vuelve a la comunión con su Dios, nadie debería negarse a tener comunión con él.
Pensamientos para reflexionar