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“Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11:6-8)
“Jehová hace nulo el consejo de las naciones, Y frustra las maquinaciones de los pueblos” (Salmo 33:10)
La torre de Babel es un claro ejemplo de la locura del hombre. Las directivas de Dios eran claras. Luego del diluvio, el hombre tenía que esparcirse y llenar la tierra. En los tiempos que Noe y sus hijos salieron del arca, Dios establecía un gobierno humano, pero los hombres se juntaron para formar un reino mundial en oposición al gobierno divino, y comenzaron a levantar una torre que fuese bien alta que les sirviese de guía, por si fueran esparcidos que, era precisamente lo que debían hacer. y Dios juzgó esa locura, confundiendo su lengua, para que ya no tuvieran un idioma en común que es lo que une a los hombres.
Cuando el hombre obra en contra del pensamiento de Dios, termina confundido y desorientado. Dios tiene siempre la última palabra, aunque a veces tarda en pronunciarla. Así, aquellos hombres que levantaban la torre de Babel, cuyo significado es confusión, fueron confundidos y finalmente esparcidos por toda la tierra, tal como Dios lo había dicho.
Hay otro episodio sucedido en la tierra, donde se dieron las cosas completamente al revés. Es, cuando en Pentecostés, reunidos, no en contra del pensamiento de Dios, sino unánimes, juntos, descendió el Espíritu Santo y se unificaron las lenguas. Allí, cada persona escuchó las maravillas de Dios en su propia lengua. (Hechos 2:1-11) y los que estaban esparcidos se juntaron bajo el gobierno de Cristo.
Pensamientos para reflexionar
