
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9)
Los seres humanos, tenemos una naturaleza corrompida por el pecado. Tenemos en nosotros, lo que la Biblia llama “La carne” “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5.19-21)
La “carne” es incontrolable e inmejorable. A veces, se la restringe, cerrándoles las puertas a sus manifestaciones. Cerrándole la puerta, sigue estando, solo que no actúa con tanta libertad como si la dejáramos sin control.
Sansón, no cerró las puertas de sus concupiscencias, y desoyó a sus padres que le aconsejaban que buscará una mujer del pueblo de Dios, diciéndoles: “Tómame esta por mujer, porque agradó a mis ojos” (Jueces 14:3) Así, “los deseos de la carne, los deseos de los ojos…” (1 Juan 2:16) Lo llevaron a la ruina.
Muchas veces los deseos de la carne afloran, pero, se los reprime. Otras, se los despierta para cebarlos, haciéndolos incontrolables. Por eso la carne que está en todos parece manifestarse más en unos que en otros,
Dios, no mejora esa carne, sino, que le da al creyente una nueva naturaleza para que viva en el Espíritu; Y le dice: “Andad en el Espíritu, y no cumpliréis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16 VM)
El poder no radica en tener fuerza de voluntad, sino en andar en el Espíritu.
Pensamientos para reflexionar