“Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12)
“Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46)
Jesús dijo claramente que era la luz del mundo, de un mundo que está en tinieblas. Y que quien lo sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. ¡Qué maravilla!
Seguir a una persona es ir tras él caminando tras sus pisadas. Así somos llamados a caminar, como quien pone los pies en las huellas de quien va delante, guiándonos por el camino (1 Pedro 2:21) Quienes están en tinieblas, hablando en el sentido espiritual, no ven por donde andan, por eso la vida para ellos está particularmente llena de tropiezos. Como no ven el camino, se guían por lo que oyen, pues, quien no ve, se ayuda con sus otros sentidos. Así, según oyen decir, creen y afirman, y van adelante, confundidos por quienes tampoco han visto y están hinchados por su vana mente carnal (Colosenses 2:18) A quienes siguen en sus opiniones.
Otra particularidad de los que están en tinieblas, es la de guiarse por su parecer. Caminan creyendo que van por un camino derecho, sin saber que ese camino luego tiene alteraciones y puede terminar en un precipicio, al cual de hecho se encaminan, “pues hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25) Solo quien cree en Cristo no permanece en tinieblas, porque ve la luz de este mundo y tiene la luz de la vida.
Pensamientos para reflexionar