JESÚS, EL ÁRBITRO QUE NECESITÁBAMOS

“Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, Y vengamos juntamente a juicio. No hay entre nosotros árbitro Que ponga su mano sobre nosotros dos” (Job 9:32,33)

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todo” (1 Timoteo 2:5,6)

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16)



Job fue un hombre de Dios que, aunque pasó por momentos críticos y de prueba, vio cosas en Dios y considero la situación humana, anticipándose a los tiempos. Hablando de cosas que Dios tenía en sus planes eternos para con nosotros y que se revelarían en su momento.

Él se consideró pecador e insignificante ante un Dios Santo y Todopoderoso. Sabía que no podía discutir con Dios y que, aunque se lavara con agua de nieve y se limpiase con la limpieza misma, nunca sería digno de estar delante de Dios que es santo y puro. Se dio cuenta de que lo que necesitaba el hombre en su condición era un árbitro, alguien que mediara entre Dios y el hombre, poniendo sus manos sobre cada uno de ellos. Pero para eso, había una imposibilidad, Nadie puede acercarse a Dios a no ser que sea sin pecado; y el único sin pecado es Dios. Y nadie podía acercarse al hombre, poner su mano sobre él, es decir identificarse y tomar su causa representándolo, a no ser que fuera un hombre. Y esto que, en tiempos de Job, no tenía respuesta, es lo que estaba en los planes de Dios y se manifestó cuando vino Cristo desde los cielos. Jesús el Verbo encarnado, Dios-Hombre, el único mediador, entre Dios y los hombres, quien ¡Gloria sea a nuestro Dios! se dio en rescate por todos.


Pensamientos para reflexionar

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