JESUCRISTO QUITÓ DE EN MEDIO EL PECADO

“Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan…  porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:1 y 4)

“Pero sabéis que él (Jesús) apareció para quitar nuestros pecados” (1 Juan 3:5)


Juan el Bautista presentó a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29) No dijo, que lleva, ni que cubre el pecado del mundo, sino que quita.

Por medio de Juan, Jesús nos fue presentado como un cordero especial. Como el Cordero de Dios, provisto por Dios, para quitar el pecado del mundo.

En el Antiguo Testamento, había diversos sacrificios de animales y ceremonias con ellos, con los cuales los judíos de entonces se identificaban y comprendían bien, como el caso de Azazel que llevaba al desierto todas las iniquidades de los hijos de Israel. (Levítico 16:21,22) o como se veía en el sacrificio de la expiación, cuya sangre era colocada detrás del velo en el propiciatorio que era la tapa o cubierta del arca y que se relacionaba con la noción de cubrir, para que Dios pudiera perdonar.

De esta manera, vemos que antiguamente, a través de estas figuras o tipos que anunciaban el sacrificio de Cristo; el pecado era cubierto y llevado lejos. Y que recién cuando vino Cristo y se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, el pecado, no solo fue llevado lejos, y cubierto para que no se viera, sino que fue quitado definitivamente. Porque Jesús “se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26)


Pensamientos para reflexionar

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