“Solamente que con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehová os ordenó: que améis a Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis sus mandamientos, y le sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma” (Josué 22:5)
El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón.
A veces, esta frase se descontextualiza, y se aplica mal, como si nada de lo exterior importara, porque dice que Dios mira el corazón.
Dios ve lo que el hombre no puede ver. Dios, por ejemplo, justifica al hombre por su fe, sin que hagan faltas las obras (Romanos 3:28) Pero, nos enseña que, para ser justificados delante de los hombres, debemos mostrar esa fe a través de nuestras obras. (Santiago 2:24) Porque lo que hay en el corazón y que el hombre no puede ver, se ve cuando se exterioriza.
Dios que sabe lo que hay en cada corazón, igualmente pide “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” “Eclesiastés 9:8) El vestido es lo que la gente ve, por eso, en las Escrituras, alegóricamente representa el testimonio.
La gente sabe que no solo es suficiente el testimonio exterior. Como suele decirse: “El hábito no hace al monje” Pues el testimonio debe ser un reflejo de lo que hay en el corazón. Sin embargo, Dios que mira el corazón, quiere que los corazones puros se manifiesten en pureza, para que todos lo vean.
Lo que se exterioriza en los hombres, manifiesta lo que hay en el corazón. “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7)
Pensamientos para reflexionar