Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. (1 Samuel 16:7)
En tiempos de Samuel, el pueblo pidió rey, y le fue dado un rey según el deseo del hombre. El hombre mira lo que está delante de sus ojos y Saúl, delante de los ojos de los hombres era el varón indicado. “Saúl, era joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo” (1 Samuel 9:2) Pero Saúl fue desechado por Dios y Samuel fue comisionado para ungir a un rey según su corazón, tomado de entre los hijos de Isaí de Belén.
Al llegar a la casa de Isaí, Samuel, vio con una mirada humana a Eliab, el primogénito de Isaí, y pensó que aquel era el indicado, pero Dios lo reconvino diciéndole que Dios mira el corazón, y no lo que mira el hombre.
Este episodio nos hace ver que distintas son las miradas de Dios y la mirada del hombre. Y justamente, son distintas, porque el hombre cotiza conforme a la vanidad de su mente, como si las personas valieran por su belleza, su fuerza u otras cosas que llaman tanto la atención en la carne. Dios ve mucho más allá de eso, y por eso es que siempre el valor de las personas y su verdadera belleza están relacionadas con el corazón, con el temor del Señor en ellos. (Véase Proverbios 28:20, 31:30)
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar