
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo… haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:1,2 y 5)
Hay quienes piensan que los creyentes, son personas imprudentes que siempre están tratando de cambiarle la vida a los demás. Y por eso, no quieren saber nada con ellos. Ciertamente, como creyentes en Jesucristo, debemos evitar ser imprudentes y molestos al abordar a las personas para predicarles el evangelio, pero lo que no podemos hacer, es dejar presentarles la salvación que hemos hallado en Jesucristo. “porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20) Sobre todo, siendo conscientes de que el tiempo apremia y que muy pronto las puertas de la gracia se cerrarán y todo aquel que no haya creído y recibido a Cristo como su salvador personal se perderá para siempre.
Debemos confesar que muchas veces, la timidez nos impide hablarles naturalmente a las personas de Cristo, y más aún, si su rechazo es algo que parece evidente. Por eso, debemos orar y estar preparados para salir a la calle con la palabra en nuestros labios y con algo para dejarle a quienes quizá no le podamos hablar directamente. Un folleto, algún escrito que presente la salvación, algo de Cristo que los haga detenerse y pensar. Pues, luego, al estar solos recordarán lo que se les haya dicho o leerán en su intimidad lo que se les haya dado. Y la Palabra de Dios que es viva y eficaz estará trabajando sus corazones para salvación.
Pensamientos para reflexionar