HIJOS DE CREYENTES

“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos” (Hechos 2:39)

“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido… que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15)


Ser hijo de creyentes es un gran privilegio. El apóstol Pablo les decía a los corintios que, aunque un solo cónyuge sea creyente, “vuestros hijos… son santos” (1 Corintios 7:14)

Hijos santos, ¡qué privilegio! Hijos por los cuales se ora. Hijos que viven en la cercanía de quien le da constantemente un testimonio de Cristo y le muestra la existencia de Dios.

Muchos hijos de creyentes han sido enseñados con ética y moral cristiana y así alejados de las profundidades del pecado, de las degradaciones del mundo, y de hacer malas experiencias.

Sin embargo, la Biblia habla de ellos como “santos” no como salvos. Para ser salvo se necesita creer en el Señor Jesús con una fe personal (Hechos 16:31)

Ser santos, no significa ser salvos. Ser santos es tener el inmenso privilegio de ser puestos aparte para que Dios trabaje sus corazones de una manera especial. “Para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2)

Dios tiene hijos, no nietos. Ellos son hijos de personas que tienen el privilegio de ser llamados hijos de Dios. Para tener este privilegio, es necesario recibir a Cristo creyendo en él como Salvador (Juan 1:12) Y puesto que una creencia o fe intelectual ya poseen, deben reafirmar sus creencias con el corazón, comiendo por sí mismos del pan de vida, haciendo suyo al Señor Jesús como su salvador personal.


Pensamientos para reflexionar

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