“Más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice el Señor” (Jeremías 30:17)
“El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas” (Salmos 147:3)
El profeta Isaías describe el estado del hombre:
Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. (Isaías 1:6)
Esto muestra el estado triste del hombre, debido al pecado que se trasmite de generación en generación; que se compara con la lepra y que afecta al ser desde sus pensamientos hasta su andar.
Además, estas expresiones nos muestran que las personas, siempre tienen a la manera de llagas, heridas emocionales, recuerdos que quisieran borrar, traumas y un sin fin de cosas que las agobian en determinados momentos.
Todos, debido a experiencias hechas en la vida nos hemos lastimado, sin embargo, cuando le entregamos nuestra vida a Cristo, recibiéndolo como salvador, esas heridas se van curando y suavizando con aceite, figura del Espíritu Santo.
Sin embargo, alguien podría preguntar: ¿Y luego de la conversión, no hay heridas a causa del pecado?
La respuesta es: Sí, porque lamentablemente también pecamos luego de la conversión y el pecado nos hiere. Las heridas del pecado después de la conversión, quizás sean las que más nos duelan por haberle fallado al Señor; pero, él las suaviza y las cura, porque perdona y restaura, haciendo por su Espíritu un trabajo completo, conduciéndonos desde el arrepentimiento y la confesión, hasta la adoración más sincera.
Pensamientos para reflexionar