Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:5-8)
Hablar del Señor Jesús, es entrar en un terreno muy santo. Él, “es el Santo ser que nacería y sería llamado Hijo de Dios “Lucas 1:35) El Verbo encarnado, “hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7) En esa expresión: “Semejante a los hombres” está el punto que tenemos que comprender y que evitará pensamientos irreverentes hacía su persona.
Cuando Dios quiere dar testimonio de algo y enfatizar en ello, lo pone en boca de dos o tres testigos. (Mateo 18:16) Y esto lo vemos en las Sagradas Escrituras en cuanto al hombre Cristo Jesús, por el testimonio dado por tres de los principales Apóstoles.
Pablo dice que Jesús no conoció pecado. (2 Corintios 5:21)
Pedro, atestigua que Jesús nunca hizo pecado (1 Pedro 2:22
Juan declara enfáticamente que en Jesús no había pecado (1 Juan 3:5)
Muchos se preguntaron: ¿Cómo pudo un hombre ser sin pecado? La respuesta está en aquella expresión hecho semejante a los hombres. Cristo es 100% hombre y 100% Dios. Sin embargo, hay una diferencia con el común de los hombres. Los hombres nacen con una naturaleza pecaminosa, debido a la desobediencia de Adán. Cristo tomó una naturaleza humana, no pecaminosa, habiendo sido engendrado por el Espíritu Santo. Por eso se nos dice: Semejante a los hombres. Semejante, no es igual. La diferencia radica en que él Señor a pesar de ser hombre, fue sin pecado. (Hebreos 4:15)
Pensamientos para reflexionar