
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:1-3)
Entre los Corintios, Pablo utiliza dos acepciones de la palabra CARNAL. Los llama carnales, es decir, personas de carne y hueso que no podían como recién convertidos asimilar aún un alimento sólido y por lo cual les dio a beber leche. Y carnales, como en el versículo 3 del capítulo 3 donde se refiere a personas conducidas por la vieja naturaleza, con manifestaciones en celos, contiendas y disensiones que son obras típicas de la carne. (Véase Gálatas 5:20)
Debido a esto, y a la actitud que toman muchos de los convertidos, hay quienes piensan que hay tres clases de personas:
Los que no tienen a Cristo como salvador y por lo tanto son seres naturales, terrenales y carnales (1 Corintios 15:48)
Los que son de Cristo y, por ende, son seres celestiales y espirituales.
Y los creyentes carnales.
En realidad, no debe haber tres clases de personas. Hay terrenales y celestiales, carnales y espirituales.
Que un creyente se deje gobernar por su carne, no es según el pensamiento de Dios y debe corregirse de inmediato, pues no es algo que Dios nos permita vivir como opción. Vivir así conduce a pecar, y Dios nunca tiene nada que ver con el pecado nuestro.
No hay excusas, ni justificaciones. No hay cosas tales, como: “Yo nací así, o, yo soy así…”
Dios nos hizo seres espirituales en Cristo, de modo que no tenemos excusa.
Pensamientos para reflexionar