“Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:9,10)
Muchos al hablar de la salvación, solo consideran o piensan en un aspecto. El perdón de los pecados. Solo el aspecto de que si creen no serán condenados y no van más allá. Sin embargo, la salvación implica mucho más.
Cuando contemplamos lo que implica la salvación, nos damos cuenta de que no hay personas salvas que no hayan experimentado un cambio en sus vidas. Pues la salvación incluye la regeneración, el nuevo nacimiento, la renovación del entendimiento y esa vinculación con Cristo, debido a lo cual se dice. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
Quién dice haber recibido a Cristo y sigue viviendo su antigua vida, sin experimentar cambios, ni dolor, ni arrepentimiento por sus actuaciones, es una persona en la cual la salvación de Dios no se efectuó todavía. Puede estar de acuerdo con el mensaje y aceptarlo intelectualmente, pero no tiene la vida eterna. Una persona en ese estado, puede frecuentar las reuniones, expresarse como cristiano y hasta incluso bautizarse, pero eso no quiere decir que sea salvo.
La salvación es la porción de aquellos quienes reconociendo su estado de perdición y sintiéndose arrepentidos recibieron a Cristo como su Salvador. Eso los hace pasar de la muerte espiritual a la vida eterna y produce en ellos el verdadero cambio.
Pensamientos para reflexionar