“Cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero,
y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10)
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5.8)
Cuentan que en Estados Unidos, en los tiempos de la fiebre del oro, se formaron muchos pueblos y asentamientos donde la diversión para los trabajadores eran las cantinas, con todo lo que en ellas había: Juego, mujeres, alcohol… Pero, allí llegó el evangelio y dicen que Dios obraba de tal manera que la gente se convertía y las cantinas se cerraban. Los creyentes daban pruebas evidentes de conversión.
Hoy, lamentablemente, no se ve en nuestro medio conversiones masivas tan impactantes como se vieron en ciertos tiempos de avivamiento. Donde la gente decía: Dejo al mundo y sigo a Cristo porque el mundo pasará… o tantas otras expresiones que a toda voz declaraban que el creyente, marcha en la luz dejando el mundo atrás.
Sin embargo, Dios sigue obrando en los corazones y las personas se siguen convirtiendo, y quien verdaderamente recibe a Cristo, adquiere una vida nueva que no se conforma con el mundo ni con el pecado.
Por la gracia de Dios, todavía las personas que reciben a Cristo como su Salvador sienten el dolor de haberle fallado a Dios y ponen sus vidas en orden. Confiesan a Cristo, se bautizan, pagan sus deudas, ordenan sus finanzas, etc. Porque ahora como hijos de Dios son testigos de Jesucristo, de su amor, su gracia, su justicia, y no toleran en sus vidas nada que este fuera del pensamiento de Dios.
Pensamientos para reflexionar