“Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará” (Salmo 37:5)
“Se complace el Señor en los que le temen, Y en los que esperan en su misericordia” (Salmo 147:11)
El que creyere no se apresure (Isaías 28:16)
La Biblia enseña a esperar en Dios con toda confianza, sin desesperar ni apresurarse, pues eso agrada a Dios y refleja a Cristo en nosotros.
La fe puede decir: “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y ESPERARÉ” (Salmo 5:3) y publicar luego con adoración: “Pacientemente ESPERÉ a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor” (Salmo 40:1-2)
¡Qué hermosos ejemplos! Ana, la madre de Samuel actuó así. Le volcó su corazón a Dios en oración y espero en él. Y “se fue… por su camino… y no estuvo más triste” (1 Samuel 1:18)
Saúl en cambio, no supo esperar y desobedeció. Esperó siete días, pero el último día se apresuró a ofrecer sacrificios, olvidando que debía esperar a Samuel, quien llegando, le dijo: “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre” (1 Samuel 13:13)
La fe espera, la carne no puede. La carne se agita, no puede esperar y obra; hasta darse cuenta “que toda su ciencia es inútil.” (Salmo 107:27)
Dios nunca llega tarde, ni pondrá sobre nosotros un peso superior al que podamos soportar.
Confiemos y podremos decir: “Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido” Salmo 25:3)
Pensamientos para reflexionar