ESPERANDO AL SEÑOR

“Y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (Hebreos 10:37)


El mundo desespera ante el paso inexorable del tiempo, los creyentes en Cristo no deberíamos. Aunque sentimos en nuestros cuerpos las huellas del tiempo y sus consecuencias, no desesperamos, porque el Señor está a nuestro lado y nos prometió: “Hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré” (Isaías 46:4)   Además, porque cada día que pasa nos acerca más  al momento esperado: la venida de nuestro Señor, quien dijo: “vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3)

La venida del Señor es la esperanza bienaventurada.  Una verdad atacada desde siempre por el enemigo.

Perder la visión de su pronta venida, nos hace desvirtuar nuestra vocación celestial. Corremos el riesgo de acomodarnos plácidamente sobre esta tierra y  conformarnos (tomar la forma) de este siglo. (Romanos 12:2) olvidando que  estamos de paso y con un propósito.

Mantener latente la esperanza de su pronta venida, nos hace mejores servidores de nuestro Señor. Quienes piensan que él tarda en venir, se degradan (Mateo 24:48,49)

Pensar en su pronta venida, nos alienta e impulsa. Alienta, porque tenemos la certeza de que vamos hacia lo mejor. E impulsa, porque no podemos dejar  de anunciarles el evangelio a quienes tenemos alrededor, sabiendo que muy pronto, será demasiado tarde. (Mateo 25:10)


Pensamientos para reflexionar

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