“De modo que los de la fe son bendecidos…” (Gálatas 3:9)
La Biblia dice: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios… no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura” (Hebreos 12:15-16)
En Esaú vemos lo que es hombre natural. El hombre que no tiene a Dios en su corazón, no le da valor a las cosas santas. Puede haber nacido en una familia creyente, pero, como nunca tuvo un encuentro personal con el Señor, no tiene a Dios en sus pensamientos, ni en su vida.
Esaú, como primogénito, tenía por ley un privilegio especial sobre su hermano Jacob. Además, en su caso, había una porción más excelente, pues, de su descendencia, habría de venir la bendición, a todas las naciones de la tierra. Esto era una clara alusión a la venida del Mesías.
Como hombre natural, los deseos de la carne (1 Juan 2:16) lo dominaron. En una oportunidad, esos deseos de la carne, se hicieron manifiestos en su apetito. Tenía hambre, vio un guiso de lentejas, y lo cambió por su primogenitura (Génesis 23:52-54) “Después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:17)
Así es el hombre sin Dios. Desprecia las cosas santas, y quiere luego ser bendecido. No quiere caminar con Dios, pero reclama con lágrimas la bendición.
Pensamientos para reflexionar