
“Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré” (Salmo 91:2)
“Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; Porque en ti ha confiado mi alma, Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta que pasen los quebrantos” (Salmo 57:1)
Es pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1
El cristiano, basa su fe en Dios y en su Palabra. “Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia” (Génesis 15.6) Le creyó a Dios, aun cuando se tratara de cosas imposibles.
“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito… pensando que Dios es poderoso” Hebreos 11:17,19) creyó, confiando que Dios tenía el poder y no faltaría a su palabra.
Así actúa la fe. Sobre esta base: Una palabra en la cual se cree, una persona en la cual se confía.
Muchos hablan de fe y milagros, pero sin base escritural.
La fe cree y espera lo que Dios dice. Cuando no hay ninguna palabra dada, ni una promesa hecha, reclamar y convencerse de que algo tiene que ocurrir como lo deseamos, no es fe, sino voluntarismo.
La persona de fe, sabiendo que el Señor puede hacer todas las cosas, clama por su necesidad y espera. Sabe que Dios puede hacer el milagro, pero, sabe también, que si no lo hace, será sostenido en aquella situación que se encuentra, confiando siempre en que está bajo “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2) (Véase Daniel 3:17,18 y Filipenses 1:20)
Pensamientos para reflexionar
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