“Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!… No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado” (Jeremías 34:2-5)
En relación con las palabras pastores y ancianos, debemos recordar que son también palabras distintas. Aunque pastores y ancianos tengan por momentos tareas similares, no quiere decir que sean exactamente lo mismo. Uno es un don universal, otro es un cargo local.
Alguien preguntó: ¿Por qué si es tan claro, se confunde tanto que, aun en congregaciones de sana doctrina, se titula Pastores a los ancianos de la congregación? Es difícil de responder esto, pues no queremos ni podemos juzgar los corazones, lo que sí podemos decir, juzgando las acciones, es que, lamentablemente, en los tiempos actuales, el cristianismo se ha profesionalizado, cambiando su condición original. Existe un clero católico, pero también un clero protestante, donde algunos están un escalón más arriba que el resto según la función que ocupen, ostentando títulos halagadores.
Actualmente, el pastorado está realmente tergiversado, por eso en la cristiandad, se considera pastor, no a quien tenga el don y lo ejerza, sino a quien ejerce la autoridad y dirección absoluta en la congregación, de manera personal, o formando parte de la cúpula de un clero. Eso obviamente no es bíblico, pero como estas personas son reconocidas como autoridades eclesiásticas, algunos, deseando el mismo reconocimiento, se hacen llamar de la misma manera. Pues si dicen humildemente que son hermanos responsables o ancianos, en tal o cual congregación, no sienten la misma gloria humana como si se hacen llamar pastores.
Pensamientos para reflexionar