“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1)
“Para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2:10)
“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20)
Juan en su evangelio nos cuenta de una manifestación de Jesús a sus discípulos junto al mar de Tiberias. Los discípulos no habían pescado nada en toda la noche, y cuando iba amaneciendo aparece el Señor resucitado en la playa, pero ellos no se dieron cuenta de que era el Señor. Aquel hombre de la playa les preguntó si tenían algo de comer y ante la negativa de ellos, les dijo que tirasen la red a la derecha de la barca. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
Fue allí cuando Juan le dice a Pedro: ¡Es el Señor! Y Pedro, reconociendo su indignidad delante de su Señor y en una actitud reverente, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella) y se echó en el mar. (Véase Juan 21:1-7)
Cuando Pedro fue consciente de que estaba frente al Señor, tomó una posición reverente. Pedro estaba desprovisto de parte de sus ropas, lo cual era habitual para un pescador haciendo sus tareas, pero ante el Señor enseguida se ciñó sus ropas. Un temor reverente inundó su corazón.
Así sucede siempre. La consciencia de que estamos en la presencia del Señor, hace que cuidemos todos los detalles. Las hermanas cubran su cabeza y los hombres toman una actitud reverente en su porte. Esto debemos experimentarlo cada vez que nos reunimos (Mateo 18:20)
Pensamientos para reflexionar