“Profesando ser sabios, se hicieron necios… Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones” (Romanos 1:22 y 24)
“Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado… Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:13 y 15)
Muchos, mal interpretan a Dios, cuando piensan en el endurecimiento de los corazones de los que se pierden. Citan el caso de faraón, rey de Egipto en tiempos de Moisés, al cual Dios le endureció el corazón, y de allí sacan sus conclusiones erróneas, ignorando las Escrituras y el poder de Dios (Mateo 22:29)
Dios quiere que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2:4) sin excepción. Para que eso sea posible, él trabaja los corazones, no los endurece. Sin embargo, a pesar de eso, La Biblia menciona casos como el de Faraón, cuyo corazón fue endurecido por Dios, y de allí nacen las dudas.
La interpretación es simple. Debemos tener en cuenta que Dios es Dios, y que él sepa todas las cosas, no nos debe sorprender, pero, eso no quita que el hombre es responsable de las decisiones que tome. Dios puede anticipar lo que ocurrirá, pero no fuerza el destino de nadie para que se cumpla.
Faraón fue trabajado por Dios, y endureció su corazón al menos seis veces antes de ser entregado a su voluntad y que Dios mismo, ratificando esa postura de corazón, lo endureciera. (Éxodo 7:13 y 22, 8:15,19 y 32, y 9:7)
¡Cuidado! Aquel que persiste en su actitud de rechazo a Cristo, puede ser entregado a su voluntad necia, y si eso sucede se perderá eternamente, y no podrá culpar a Dios por eso.
Pensamientos para reflexionar