“Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:38-39)
“Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio” (2 Tesalonicenses 2:6-7)
En los días de Noé, la maldad en la tierra era mucha y Dios se pronunciaría en juicio poniéndole fin a toda vida. (Génesis 6.13) Durante ese tiempo, el Espíritu de Dios contendía con los hombres, pero la humanidad se degradaba cada vez más y Dios dijo: “No contenderá más mi Espíritu con el hombre… más serán sus días ciento veinte años” (Genesis 6:3) Tiempo que Dios esperó en su paciencia, y en los cuales se preparaba el arca. Cumplido ese tiempo vino el diluvio universal y arrasó con todo.
Notemos bien la similitud de aquellos tiempos antes del juicio sobre el mundo creado, y los tiempos actuales del fin, antes de los juicios de Dios. Jesús anticipó que los tiempos finales serían tiempos de degradación moral, de rebeldía y pecado, con un completo desinterés, donde cada uno se ocupará de los suyo sin pensar más allá, como en los días de Noé y de Lot (Lucas 17: 25-29)
¿Y que otra cosa tendrán en común? Tendrán en común en que ya el Espíritu de Dios no contenderá con el hombre para que este recapacite y se convierta, porque el Espíritu Santo que se enfrenta al hombre, lo redarguye, lo convence y se impone para conducirlo a la salvación en Cristo, se irá con la Iglesia a los cielos, antes que vengan los juicios sobre la tierra, y de la gran tribulación.
Pensamientos para reflexionar