“Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. Y caminó Enoc con Dios después que engendró a Matusalén, trescientos años… Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:22 y 24)
“Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9)
El capítulo 5 del libro de Génesis nos habla de Enoc, el hombre que “caminó con Dios” (Génesis 5:22) Enoc vivió en un tiempo cuando la tierra se iba corrompiendo rápidamente. En tiempos cuando todos vivían impíamente. Sin embargo, él marcó la diferencia, él caminaba en comunión con Dios.
Enoc sabía a lo que se encaminaba el mundo y el juicio que vendría sobre los impíos e incluso profetizó sobre eso. A los sesenta y cinco años engendró a Matusalén, cuyo nombre en hebreo, dicen que significa “cuando muera será enviado, o vendrá” y esto se cumplió perfectamente, pues el juicio de Dios sobre la tierra vino en tiempos de Noé, inmediatamente luego de que muriera Matusalén.
Judas lo dice claramente: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente” (Judas 14,15) Esta profecía se cumplió parcialmente en tiempos de Noé, durante el diluvio, pero antes de eso, Enoc fue arrebatado por Dios. (Génesis 5:24)
Una ilustración perfecta que podemos aplicar al rapto de la iglesia, la que en estos tiempos de perversión y de rebelión de la humanidad, camina con Dios y será arrebatada por el Señor, antes de la gran tribulación que viene sobre el mundo (1 Tesalonicenses 1:9)
Continúa en la parte II
Pensamientos para reflexionar