Alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes (Salmo 5:11)
En el día que temo, Yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre? (Salmo 56:3)
¡Cuánto aliento encontramos al leer! “En el día que temo, yo en ti confío” Que hermoso es hacer realidad esta declaración del salmista.
La Biblia dice: “Dichoso el hombre que en ti confía” (Salmo 84:12) Muchos serán los asaltos que sufrirán nuestras almas mientras estemos sobre esta tierra, pero, allí, es en donde más tenemos que mantenernos cerca del Señor, sin permitir que las dudas o la incredulidad nos hagan cuestionarlo, apartándonos de su comunión.
No importa las apariencias, no pongamos nuestras miradas en lo grande de los inconvenientes, fijemos nuestros ojos en Dios, y hagámoslo con toda confianza, “porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:23) Esa seguridad la encontramos atestiguada en su Santa Palabra.
“En Dios alabaré su palabra” Nadie alaba la Palabra si no está en Dios. ¿Y quienes son los que están en Dios? “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios” (1 Juan 4:15)
“En Dios he confiado; no temeré” Así como el salmista podemos decir nosotros. Aferrándonos a sus promesas y confiando en él con todo nuestro corazón, porque él dijo: “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5)
Que sean los momentos de prueba y temor los que mejor aprovechemos para gustar la buena mano de Dios con nosotros. Momentos en los cuales hagamos la experiencia de vivir una más profunda comunión con Cristo.
Pensamientos para reflexionar