“Oye, oh Dios, mi clamor; A mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo, Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte delante del enemigo” (Salmo 61:1-3)
“Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? (2 Samuel 22:34)
Frecuentemente, pasamos sobre esta tierra por momentos de angustia y nuestro corazón tiende a desfallecer. Esto no debe extrañarnos ya que nos encontramos en un ambiente completamente hostil para quienes somos hijos de Dios, en un mundo que yace bajo el maligno que rechaza a Cristo y que no quiere saber nada con lo que es de Dios.
El creyente sobre esta tierra, también, inevitablemente experimenta cosas que le producen tristeza. Ve con dolor la incredulidad entre sus seres queridos. Le causa dolor ver el estado de la humanidad cada vez más pervertida y mala, donde la vida cada vez tiene menos valor. Sufre, al igual que el resto de los mortales, las consecuencias del pecado sobre una creación que gime y un sinfín de otras cosas. Pero tiene una salida: Elevarse. Como David puede decir: “Llévame a la roca que está más alta que yo”.
Una roca nos habla de algo más fuerte que el hombre, y algo más alto y seguro como refugio. La Roca nos habla de Cristo, “el cual es Dios por sobre todas las cosas” (Romanos 9:5)
Viendo las cosas desde la perspectiva terrenal y con una mente terrenal, desfalleceremos, porque estaremos viendo distorsionado, las cosas que el Señor quiere que miremos por fe. Elevándonos hasta la roca que está mas alta, tendremos la verdadera apreciación celestial y nuestros corazones se sentirán protegidos.
Pensamientos para reflexionar