
“Así dijo el Señor creador tuyo… a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé” (Isaías 43:1 y 4)
Dios es el dador de la vida (Job 33:4) y esto se origina de una manera maravillosa.
David lo expresa admirado. “tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre… No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado… Mi embrión vieron tus ojos” (Salmo 139:13, 15,16)
Dios siempre se muestra como quien origina la vida y nos forma en el vientre con un propósito. (Isaías 44:24)
No existe vida sin propósito.
Algunas veces, Dios declaró esos propósitos con antelación, tal el caso de Jeremías, Sansón, Juan el Bautista, Pablo; o el ejemplo supremo de nuestro Señor Jesucristo. (Jeremías 1:5, Jueces 16:17, Lucas 1:15, Gálatas 1:5)
Estos son ejemplos notables, sin embargo, podemos decir que, con cada uno de nosotros, Dios tiene un propósito. Por eso, cada vida tiene un valor inestimable y tiene derecho a desarrollarse.
Algunos creen que la vida comienza en el momento del alumbramiento.
Esto no es así. La Biblia enseña que la vida comienza en el vientre, y como dice Job, los abortivos, no vieron la luz de la esfera en la que se encuentran los salidos del vientre, porque su vida fue segada, no porque no hayan tenido vida. “…Como abortivo, Como los pequeñitos que nunca vieron la luz” (Job 31:15) Por eso, el aborto se penaba vida por vida (Éxodo 21:22,23)
Pensamientos para reflexionar