Todo lector de la Biblia, ha notado que hay números que se repiten de una manera notable en la narración de las escrituras, y no es una mera casualidad. Dios en su palabra nos habla muchas veces a través de un lenguaje simbólico, y de esa manera, por medio de cosas tangibles, nos hace comprender, de una manera sencilla, cosas espirituales que están en un plano mucho más elevado.
En las Sagradas Escrituras, tenemos muchos símbolos y figuras, de hecho el libro de Apocalipsis, es un libro netamente simbólico, donde, no solo tenemos una simbología maravillosa, sino también la interpretación dada de ciertas figuras; como por ejemplo: “Todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (Apocalipsis 5:8) “El lino fino es las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:8)
Además de este tipo de figuras declaradas, pues, Dios mismo nos declara su significado, tenemos un lenguaje figurativo muy fácil de comprender, que se ve en el nombre de los lugares, las naciones enemigas de Israel, los colores, los materiales utilizados en el santuario de Dios, los personajes bíblicos durante algunos episodios de su vida etc. Y de manera particular en los números.
Hoy nos ocuparemos de una manera breve en el significado de los números en la Biblia, aclarando desde ya, que sobre este tema puede haber, y sin duda habrá más de una interpretación, por lo cual no queremos ser dogmáticos al respecto, sino presentar las particularidades representativas de cada uno de los números que encontramos más a menudo en el relato bíblico, alentando de esta manera a todos, al estudio más exhaustivo de las Sagradas Escrituras, las cuales hacen sabio para la salvación que es en Cristo Jesús (2 Timoteo 3:15)
Si estas meditaciones, sirven para alentar al estudio de las Sagradas Escrituras, nuestro gozo será cumplido.
Comenzando por el número UNO, podemos decir que:
EL NÚMERO UNO: ES AQUEL QUE NOS HABLA DE LA UNIDAD. El principio de todo, ya que es el comienzo de los otros números.
Es el número que nos habla de Dios. “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4) “Dios es uno” (Romanos 3:30) (Gálatas 3.20) Y por lo tanto siempre está asociado a la UNIDAD DE DIOS. “Porque nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo” (1 Corintios 10:17) “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1 Corintios 12:13) “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz… un cuerpo, y un Espíritu… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos” (Efesios 4.3-6)
Teniendo en cuenta esto, vemos que cuando aparece la mención UNO, sugiere la UNIDAD DIVINA que no puede dividirse sin quebrarse, tal como lo vemos en los versículos citados.
EL NÚMERO DOS: ES EL NÚMERO DEL TESTIMONIO. “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación” (Deuteronomio 19:15)
“Porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí” (Juan 8:16-18)
“Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos” (1 Timoteo 5:19) Estos y tantos otros versículos nos hacen ver que el número dos es el número que nos habla del testimonio.
En el día de la expiación, narrado en Levítico 16 se debían ofrecer dos machos cabríos. Dios que da testimonio de la expiación del pecado en Cristo Jesús, utilizó allí dos sacrificios para mostrarnos la magnitud de la obra de Cristo. Un macho cabrío era inmolado como expiación, porque sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22) y otro que era enviado al desierto, como testimonio de que el pecado era quitado de delante de los ojos de Dios, y nunca más se acordaría de nuestros pecados y transgresiones (Hebreos 10:17)
Encontramos también una hermosa figura en la purificación del leproso, donde se debían tomar dos avecillas vivas, para la purificación. Una que era sacrificada en un vaso de barro sobre aguas corrientes, figura del sacrificio de Cristo, quien tomó un cuerpo para poder dar su vida; y la otra, que era enviada, viva al cielo, con las marcas del sacrificio de la purificación. (Levítico 14:5-7)
El significado de Testimonio, brilla de una manera especial, cuando el Señor les dice a los suyos, que “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20) Dos es un testimonio mínimo pero válido, y los suyos, reunidos hacia su Nombre, aunque en la expresión mínima que nos congreguemos, somos un testimonio de la unidad del cuerpo de Cristo. Testimonio de su Iglesia.
EL NÚMERO TRES: ES EL NÚMERO QUE NOS HABLA DE LA MANIFESTACIÓN DIVINA. Dios es uno, pero compuesto por tres personas.
El Señor Jesús en la cruz, hizo la expiación de nuestros pecados durante las tres horas de tinieblas. En la cruz hubo una manifestación divina. El Padre dando al Hijo, el Hijo, ofreciéndose sin mancha a Dios por el Espíritu eterno. (Hebreos 9:14)
El Señor Jesús debía “ser muerto, y resucitar después de tres días” (Marcos 8:31) Y “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4) Pues en la resurrección de Cristo hubo también en todo sentido una manifestación divina.
Los israelitas, no podían adorar en Egipto, que figurativa significaba adorar estando en el mundo; Sino, que debían transitar un camino de tres días para poder adorar a Dios, lo cual nos habla de adorar experimentando en el corazón la muerte y la resurrección de Cristo. (Éxodo 8:27)
Por lo tanto, como podemos ver, el número tres está siempre relacionado con la manifestación divina.
EL NÚMERO CUATRO: ES EL NÚMERO QUE NOS HABLA DE LA UNIVERSALIDAD. En los cuatro primeros días, Dios hizo la creación material de la tierra, luego el día quinto y sexto dio origen a su población.
Cuatro son los puntos cardinales. Este, Oeste, Norte y Sur.
Cuatro eran los lados del altar del sacrificio <Un altar cuadrado> (Éxodo 27:1) Figura de la Cruz de Cristo, que ofrece la salvación a los cuatro ángulos de la tierra, sin favoritismos ni exclusiones.
Cuatro eran las columnas que sostenían las cortinas de la entrada de la puerta del Tabernáculo, figura de Cristo, (Juan 10:9) Como cuatro son los Evangelios que dan un testimonio de la salvación universal en Cristo Jesús, para todo aquel que en él cree.
Cuatro son los terrenos en los cuales cae la semilla en la parábola del sembrador, y que describen como es universalmente el corazón de los hombres: El camino, los pedregales, los abrojos y la buena tierra (Marcos 4:3-8)
EL NÚMERO CINCO: NOS HABLA DE LA DEBILIDAD HUMANA. Cinco son los libros de la ley, el Pentateuco. En el cual el hombre tiene promesas y bendiciones, pero que no puede aprovechar “Por cuanto es débil por la carne” (Romanos 8:3)
Cinco fueron las piedras lisas del arroyo, que tomó David y puso en su saco pastoril para ir contra el filisteo ante quien estaba en debilidad. (1 Samuel 17: 40)
Cinco eran los panes que tenían los discípulos, cuando el Señor les dijo que le dieran de comer a la multitud, y ellos mostraban gran debilidad para poder hacerlo. Cinco mil eran los hombres que comieron los cinco panes. Mucha gente, pero en extrema debilidad, ya que eran como ovejas sin pastor. (Marcos 6:34-44)
Cinco palabras fueron las que dijo el apóstol Pablo que preferiría hablar en la Iglesia, con su entendimiento; haciendo alusión a palabras expresadas en la debilidad humana, pero magnificadas por el poder de Dios, que diez mil en lenguas desconocidas que nadie comprendiera y que no edificarían. (1 Corintios 14:19)
EL NÚMERO SEIS: ES EL NÚMERO DEL HOMBRE. (Apocalipsis 13:18) SUGIERE LO QUE NO LLEGA A SER COMPLETO. EL HOMBRE SIN DIOS, QUE ESTÁ POR DEBAJO DE LA PERFECCIÓN DE DIOS.
El hombre fue creado el sexto día y dotado sobremanera por Dios, pero a causa del pecado, no logra la plenitud en sí mismo, no llega a lo perfecto.
Seis eran las tinajas de piedra para el agua de la purificación: “Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos” (Juan 2:6) Un recurso que no llega a ser perfecto. El hombre solo conocería la purificación perfecta mediante la obra de Cristo “quien habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3)
El hombre sin Dios, imperfecto quiso que Jesús no reinara en su vida, y pidió su muerte. Las potencias del mal lo llevaron hasta la cruz cuando era como la hora sexta. (Juan 19:14-16)
Vemos el seis multiplicado por tres en el número de la bestia. Seiscientos sesenta y seis. 666. Como una trinidad del mal, donde aparecen Satanás, el anticristo y el falso profeta, que se levantan contra Dios, haciéndose pasar por Dios (2 Tesalonicenses 2:4) pero, que son en realidad la trinidad de la imperfección.
EL NÚMERO SIETE: ES EL NÚMERO DE LO COMPLETO Y DE LA PERFECCIÓN. Es el número que más aparece en las Escrituras. Lo vemos ya desde el comienzo en los días de la creación. “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo” (Génesis 2:2) Luego de que su obra estuviera completa y perfecta, Dios reposó y santificó el día séptimo (Génesis 2:3)
Vemos también que luego de haber comido el cordero pascual se debía celebrar la fiesta de los panes sin levadura por siete días. (Levítico 23:5,6) Lo que significa que luego de haber sido salvos por la sangre del cordero, la vida debe continuar como una fiesta donde ninguna relación debemos tener con el pecado, representado en la levadura. ¿Por cuantos días? Siete días. Es decir la plenitud, la vida completa del hombre debe ser vivida alejada del pecado.
El candelero de oro, figura de Cristo y sus canales de luz en el santuario, tenía siete lamparillas, las cuales alumbraban hacia adelante (Éxodo 25:37) la Biblia nos enseña, que en la presencia de Dios no es la luz natural la que valía, ya que el santuario no tenía ventanas, sino la luz del Candelero, figura de Cristo, que alumbraba por medio del aceite de olivas, que nos habla del Espíritu Santo, por una plenitud de canales (siete), de una manera completa y perfecta.
Enoc fue séptimo desde Adán, y no conoció muerte, sino que Dios lo llevó (Génesis 5:24, Judas 1:14) Lo que nos habla en figura, del arrebatamiento de aquellos que somos de Cristo, los cuales, cuando se completen los tiempos de Dios, así como se completaron con Enoc, séptimo en generación desde Adán, serán llevados por el Señor antes que comiencen los juicios.
Siete es el número que se repite muchísimas veces en el Apocalipsis para hablarnos de la plenitud y perfección del poder (siete cuernos), del discernimiento y percepción perfecta (siete ojos) y siempre sugiriendo lo que es completo, perfecto y cabal.
EL NÚMERO OCHO: ES EL NÚMERO QUE SIMBOLIZA UN NUEVO COMIENZO. EL NÚMERO QUE NOS HABLA DE LA RESURRECCIÓN. Si un ciclo completo es representado por el número siete, ocho sería la continuación, el primer día de un nuevo ciclo, relacionado con el anterior.
El Señor Jesús resucitó el primer día de la semana, el cual vendría a ser el octavo día del tiempo anterior, pero, mencionado primer día de la semana, porque es un nuevo comienzo de gloria. Cristo resucitado es la figura de las primicias que se ofrecían en el Antiguo Testamento. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Corintios 15:22,23) Antes de comer lo cosechado o comercializarlo, el pueblo de Dios debía presentar las gavillas de las primicias, las cuales eran de Dios. Así Cristo es el primer hombre que entró en los cielos: “primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15:20) Y es tan perfecta la Biblia, que esta gavilla se presentaba antiguamente ante Dios, y se mecía el día siguiente al día de reposo, Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá. (Levítico 23:10-11) es decir el octavo día. Día de la resurrección; Lo cual nos brinda una prueba irrefutable de la aceptación y el contentamiento de Dios con la obra hecha por Cristo.
Ocho son las resurrecciones que encontramos narradas en la Biblia, sin contar la de Cristo, la cual no es comparable, ya que él resucitó, para no morir jamás.
- El hijo de la viuda de Sarepta de Sidón que resucitó Elías (1 Reyes 17:17:24)
- El niño de la sunamita que resucitó Eliseo (2 Reyes 4:32-37)
- El hombre que cayó en la sepultura de Eliseo que resucitó al tener contacto con sus huesos (2 Reyes 13:20-21)
- El hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-15)
- La hija de Jairo (Lucas 8:41,50-55)
- Lázaro (Juan 11:38-44)
- Dorcas (Hechos 9:36-42)
- Eutico (Hechos 20:7-12)
EL NÚMERO NUEVE: ES EL NÚMERO QUE NOS HABLA DE UNA MANIFESTACIÓN DE DIOS POR MEDIO DE NOSOTROS. Es tres veces tres: Lo cual simboliza la manifestación de un Dios trino, por medio de esa trinidad.
Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y allí encontraron a un hombre cojo de nacimiento en el cual operaron una sanidad divina, pues el hombre anduvo y alababa a Dios. Pedro y Juan explicaron que el Señor le había confirmado su nombre dándole la sanidad completa (Hechos 3:1-16) Una plena manifestación de Dios, en el nombre de Su Hijo, por el poder del Espíritu.
Cornelio, el centurión romano, hombre piadoso y temeroso de Dios con toda su casa “vio claramente en una visión, como a la hora novena del día” (Hechos 10:1-3) Y mandó llamar a Pedro quien le trajo la palabra de salvación. Una manifestación divina por medio de los suyos.
La integridad de los dones del Espíritu dados en (1 Corintios 12:8-10) está representada también en nueve. “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”
Nueve es el fruto de Espíritu en nosotros: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22,23)
El señor Jesús, habiendo curado a los diez leprosos, y viendo que uno solamente se volvió para darle gloria, pregunto: “y los nueve ¿dónde están?” (Lucas 17:17) Pues esperaba de quienes habían recibido la gracia, una manifestación divina en sus vidas para la gloria de su nombre.
EL NÚMERO DIEZ: ES EL NÚMERO QUE NOS HABLA DE LA RESPONSABILIDAD. La Ley de Moisés tenía más de seiscientos mandamientos y preceptos, pero fue dada en las tablas de piedra que contenían los diez mandamientos, los cuales el pueblo dijo que cumpliría. (Hechos 19.8, 24:3)
Diez son los dedos de la mano y de los pies, figura del obrar y el andar del hombre.
Diez eran las vírgenes que debían velar para alumbrar la venida del esposo. (Mateo 25:1)
Diez fueron los leprosos que fueron sanados y que debían haberle dado gloria al Señor (Lucas 17:12)
Diez son los cuernos de la bestia que sale del mar en (Apocalipsis 13:1) figura de diez reinos que tendrán la responsabilidad del poder mundano.
Cada vez que encontramos el número diez, hay una relación directa con la responsabilidad del hombre.
EL NÚMERO DOCE: ES EL NÚMERO QUE NOS HABLA DEL GOBIERNO PERFECTO. DE LA PERFECTA ADMINISTRACIÓN DE DIOS EN RELACIÓN CON LA TIERRA.
Doce es el número de las tribus de Israel (Pueblo terrenal de Dios)
Doce fueron los patriarcas mencionados por Esteban (Hechos 7:8)
Doce el número de los discípulos de Jesús para predicar a Israel (Apocalipsis 7:4)
Doce el número de las puertas de la ciudad santa de Jerusalén (Apocalipsis 21:10-12)
Doce por doce mil, forman el número de los ciento cuarenta y cuatro mil sellados. Doce por doce mil.
Doce también se halla implícito en la mención simbólica de los veinticuatro ancianos que están en el cielo en (Apocalipsis 4) Los cuales representan a los redimidos del Antiguo Testamento y a los del Nuevo. (Doce y doce)
EL NÚMERO CUARENTA: ES EL NÚMERO QUE NOS HABLA DE LA PRUEBA. La prueba de Dios con el hombre, no para que Dios conozca un resultado, pues ya lo conoce, sino para que el hombre lo conozca.
Cuarenta años estuvo Moisés en Egipto, cuarenta años apacentando ovejas en el desierto y cuarenta años conduciendo al pueblo de Dios. “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2)
Cuarenta fueron los días que Moisés estuvo en el monte y el pueblo ante su ausencia pecó haciendo el becerro de oro.
Cuarenta días fueron los que los espías tardaron en reconocer la tierra de Canaán (Números 13:25)
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lucas 4:1,2) Y ante la prueba en la cual cualquier hombre hubiera sucumbido, nuestro bendito Señor, salió victorioso. El hombre perfecto, Cristo Jesús, deja atado al hombre fuerte para entrar en sus dominios y saquear sus bienes. (Mateo 12:39)
Por lo tanto, cuarenta es el número que siempre nos sugiere probación, tiempo de pruebas.
Hay muchísimos más ejemplos para cada número que nos pueden ayudar a una mejor comprensión que cada uno de los interesados, podrá ir agregando en su estudio personal de tan interesante tema.
Presentamos estas breves meditaciones sobre el significado simbólico de los números en la Biblia, orando para que sean de bendición a todos aquellos que deseen escudriñar las Escrituras y ahondar en el conocimiento de Dios.
Con nuestros mejores sentimientos, podemos recordar las palabras del apóstol Pablo que dicen: “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hechos 20:32)