
“Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo, diciendo…. Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10:15 y 17)
Hay quienes dicen que no importa cuán aberrante hayan sido los pecados cometidos antes de conocer a Cristo como salvador, pues Dios los perdona cuando nos convertimos. Sin embargo, los pecados después de la conversión, sí importan, porque si alguien peca siendo creyente, pierde la salvación.
Esto es una mala compresión del perdón y la salvación. La Biblia dice que Dios nos perdonó “todos los pecados” (Colosenses 2:13) Lo cual implica los pecados pasados y también los futuros.
Negar el perdón de los pecados futuros, muestra una gran incomprensión. Si razonamos, veremos que cuando Cristo murió en la cruz por nuestros pecados, todos nuestros pecados eran futuros, pues todavía no habíamos nacido. El Señor murió por nuestros pecados, porque se presentó como nuestro sustituto para pagar nuestra deuda, y quitar de en medio el pecado que nos separaba de Dios (Hebreos 9:26)
Nuestros pecados, afloraron, como frutos provenientes de un árbol malo, como lo es nuestra naturaleza pecaminosa. Por eso nuestro salvador, fue hecho pecado por nosotros (2 Corintios 5:21) recibiendo el castigo de todo cuanto el pecado puede llegar a producir en nosotros. Eso, nos da la plena seguridad de la salvación.
Por eso, el creyente al pecar no pierde su salvación, sino el gozo y la comunión con Dios; hasta que confiesa su pecado y la comunión y el gozo se restablecen. (1 Juan 1:9)
Pensamientos para reflexionar