
“Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios” (Isaías 59:2)
“Vuestras iniquidades han estorbado estas cosas, y vuestros pecados apartaron de vosotros el bien” (Jeremías 5:25)
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19)
La barrera que impide que el hombre se acerque a Dios y tenga comunión con él, es el pecado. Una barrera que separa a la humanidad de su creador.
Debido al pecado el hombre es destituido de la presencia gloriosa de Dios (Romanos 3.23) Un solo pecado, hizo que Adán fuera echado del huerto de Dios, y un solo pecado alcanza para que el hombre no pueda ingresar en los cielos.
Comprender esto es fundamental, pues quienes no lo comprenden, piensan que compensando un poco sus pecados con “buenas acciones” podrán hacer que Dios finalmente los admita. Otros, acercándose un poco más al pensamiento de Dios, piensan que si uno reconoce que no es perfecto, y asume que se ha equivocado, pero quiere cambiar y se esfuerza, Dios que es amor lo perdona automáticamente. Eso, aunque parezca justo no lo es, Porque Dios no puede pasar por alto los pecados cometidos, teniendo como inocente al culpable (Nahum 1:3) Además, el hombre, teniendo una naturaleza corrompida que lo impulsa al mal, no puede cambiar ni tiene remedio en sí mismo.
La única forma de quitar la barrera llamada pecado que nos separa de Dios, es creer en el Señor Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador. Y esto, porque él se presentó por nosotros en forma sustitutoria para morir por nuestros pecados.
La muerte de Cristo nos abre la entrada a los cielos.
Pensamientos para reflexionar