Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto.(Oseas 2:14-15)
Qué hermosa promesa de gracia, le hace Dios a su pueblo Israel por medio del profeta Oseas. Y qué hermosa la profundidad que tienen para todos nosotros tales expresiones.
En estos versículos vemos como Dios busca al hombre. Dios es quien siempre toma las iniciativas, pues, tanto el individuo, como el pueblo en su conjunto carecen de fuerzas para buscar a Dios. Sin embargo, Dios busca al hombre, y lo aparta de todo cuanto lo pueda aturdir, para que le preste atención.
Lo lleva “al desierto” al lugar que prefigura la soledad, la escasez de recursos. Cada uno de nosotros, en algún momento ha pasado por su propio desierto. Allí, estando a solas con Dios, él se manifiesta hablándonos al corazón. Es notable ver que no dice que nos habla a la conciencia, sino a nuestro corazón. Esto sucede, porque la conciencia es aquello que disponemos para reconocer lo bueno y lo malo, pero a veces sabiendo que estamos haciendo mal, permanecemos firmes en eso, y necesitamos que Dios toque más profundamente nuestro ser interior, hablándonos al corazón. Al hablarnos al corazón, Dios produce en nosotros el reconocimiento del mal, y nos conduce al quebrantamiento y a la confesión del pecado para finalmente ser bendecidos. La seguridad de la bendición, la encontramos en aquella expresión que dice: “Y le daré sus viñas” Pues las viñas, son las que prefiguran el gozo.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar