EL ICEBERG

“Escóndeme del consejo secreto de los malignos, De la conspiración de los que hacen iniquidad… Obstinados en su inicuo designio, Tratan de esconder los lazos, Y dicen: ¿Quién los ha de ver?… Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos, así como su corazón, es profundo.” (Salmo 64:2, 5, 6)

“No los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse” (Mateo 10:26)


Un iceberg es un témpano de hielo desprendido de algún glaciar. Una gran masa de hielo flotante que se desplaza en las aguas y que pone en peligro la navegación, ya que, aunque una parte importante del mismo se ve claramente, eso es solo la octava parte de su volumen, es decir que hay mucho más que lo que se ve y que es lo que causa tanto perjuicio al chocar contra ellos.

Y esto podemos relacionarlo con las personas. Cuando conocemos a alguien, vemos lo que está a la vista, lo que se destaca, que tal un iceberg, deja ver lo que sobresale a la superficie, pero, ¡cuidado!, pues en el fondo siempre habrá más.

Judas sustraía algo de la bolsa que tenían en común (Juan 12:6) pero eso solo era la punta del iceberg que se mostraba, porque luego fue el instrumento utilizado para entregar al Señor por dinero que satanás encontró disponible.

Absalón el hijo de David, terminó siendo una figura del anticristo, pero mostró lo que había en su corazón desde mucho antes, aunque David por amor no quiso notarlo.

Si lo que asoma a la superficie y se deja ver, es peligroso: Un mal carácter, violencia, desinterés por las cosas de Dios, o desprecio por la vida misma, ¡cuidado! Porque al avanzar chocaremos con mucho más que de momento se mantiene encubierto, pero que siempre terminará dañándonos. 


Pensamientos para reflexionar

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