EL HOMBRE Y SU ESCLAVITUD DE ELECCIÓN

“Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmo 14:2,3)

“¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23)


El hombre está dotado por Dios de grandes capacidades. Sin embargo, luego de caer en el pecado allí en el huerto de Edén, el hombre tiene una particularidad notable: Tiene la facultad de cerrar su corazón, pero no de abrirlo. Por esto, puede estar frente al camino de la vida, pero no tomarlo, desechando todo cuanto le tendría que servir para guiarlo a Cristo; pues no puede abrir su corazón a la verdad, sino es mediante la intervención de Dios.

Dios quiere que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2:4) Pero el hombre, afectado por el pecado, por más que escuche que Dios le ofrece la salvación, no se decide por Cristo porque se encuentra condicionado. Pues luego de pervertirse a causa del pecado, no tiene un libre albedrío, no puede hacer una elección libre y voluntaria, porque hay algo que lo presiona hacia lo que no es de Dios y lo tiene esclavizado (Juan 8:34, 2 Pedro 2:19). Además, la muerte espiritual en la que se encuentra, lo mantiene completamente insensible. Por eso. Dios, mediante su Palabra y de la acción del Espíritu, lo ilumina para que vea el estado en el que se encuentra, testifica contra él, lo redarguye de pecado y le presenta por gracia la salvación en Jesucristo, produciendo fe en el corazón de todo aquel que se siente perdido, para que reciba a Cristo como Salvador.


Pensamientos para reflexionar

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