
“A ti, pues… te he puesto por atalaya… y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” (Ezequiel 33:7)
“Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros” (Zacarías 1:3)
“Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (lucas 13:5)
El atalaya en Israel, era quien vigilaba y avisaba a los demás cuando se acercaba el peligro. Si veía venir la espada debía tocar la trompeta, porque si al venir el peligro, no avisaba, y alguien era herido, la sangre de los que padecieran iba a serle reclamada por no haber cumplido con su deber.
Esto nos hace pensar, en el deber que tenemos de apercibir a las personas diciéndoles: que “el fin de todas las cosas se acerca” (1 Pedro 4:7) El Señor viene y luego de eso los juicios. Debemos proclamar el mensaje de gracia de parte de Dios para que acepten a Cristo como Salvador y sean salvos de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10)
Pablo fue un buen atalaya. Obedeció la exhortación que está escrita: “Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte” (Proverbios 24.11) y lo llenó todo con el evangelio (Romanos 15: 19) de tal manera que pudo decir: “Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hechos 20:26,27)
Nosotros, no podemos convertir a nadie, pero somos llamados a advertirles a todos lo que pronto sucederá, y el estado en el que se encuentran para que se salven, predicándoles el evangelio de Salvación.
Pensamientos para reflexionar