“Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza” (Eclesiastés 10:10)
“Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe” (Tito 1:13)
En un campamento de leñadores habían ingresado a trabajar dos hacheros. Una era un joven bien vigoroso y el otro un hombre ya anciano. El primer día de trabajo el joven cortó más leña que el hombre mayor, pero con el correr de los días, no mantuvo el ritmo y al final de la semana promediaba mejor el trabajo constante del anciano que el del muchacho. El joven le preguntó al anciano, como había hecho para mantener su ritmo de trabajo, a lo que el anciano le contestó que el secreto, estaba en afilar el hacha cada mañana, cosa que el joven había omitido.
Los creyentes debemos afilar el hacha cada mañana para mantenernos en forma espiritual. Así como el metal va perdiendo su agudeza, nosotros vamos perdiendo la percepción, la voluntad, la capacidad de nuestros sentidos, cuando no lo trabajamos a diario. Y cuando sucede eso, se requiere hacer más fuerza y todo cuesta más.
Primeramente, vamos dejando la oración, al menos en su forma efectiva. Quizás seguimos orando, pero solo pidiendo que es un aspecto de la oración, y así esa oración incompleta, también se va debilitando, para luego no tener fuerzas tampoco para leer la Biblia, para asistir a todas las reuniones, etc.
Para estar sanos en la fe, debemos ejercitarnos para la piedad diariamente. (1 Timoteo 4:7) lo que nos hará amolar nuestra vida espiritual y nos mantendrá efectivos.
Pensamientos para reflexionar