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“Y yo era como cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre” (Jeremías 11:19)
Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre” (Jeremías 14:9)
El profeta Jeremías hizo grandes experiencias, y como profeta de Jehová, lo que él nos dice, sobrepasa sus propias vivencias y las del pueblo, y habla de Cristo.
Al Señor Jesús podemos aplicar directamente aquellas expresiones: “Y yo era como cordero inocente que llevan a degollar, pues no entendía que maquinaban designios contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre” (Jeremías 11:19)
Obviamente, como Dios, el Señor era omnisciente, pero tomando la forma de siervo, hechos semejante a los hombres, él, el cordero inocente, se sorprende que los hombres hayan tenido tal rechazo hacia su persona y que hubiera ese terrible interés de borrar la memoria de su nombre.
Ese siempre fue el interés de Satanás. El enemigo quería cortar su vida de la tierra de los vivientes y que no haya memoria de su nombre, pero no pudo. Su nombre de Salvador (Jesús significa salvación, o Jehová Salva) es el nombre que congrega a los creyentes. Su nombre es el que se invoca para salvación, y es el nombre por sobre todo nombre que confesará toda lengua para gloria de Dios Padre. (Véase Mateo 18:20, Romanos 10:13, Filipenses 2:9,10)
Jesús fue el cordero inocente, el cordero provisto por Dios para nuestra salvación, Y nosotros “para siempre alabaremos su nombre” (Salmo 44:8)
Pensamientos para reflexionar