“Si un buey acorneare a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne; mas el dueño del buey será absuelto. Pero si el buey fuere acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo hubiere guardado, y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño” (Éxodo 21:28-29)
Tocante a los bueyes, Dios había impuesto que, si un buey acorneaba a un hombre y este moría, el buey debía ser apedreado y morir, pero el dueño absuelto. Ahora si el buey era acorneador desde tiempo atrás y su dueño no lo hubiese guardado, en caso de que el buey acorneare alguno y muriese, debía morir el buey y también su dueño. (Éxodo 21:28,29)
Esto nos enseña que hay cosas naturales que pueden suceder y Dios las contempla. Un buey, podría haber tenido un impulso malo y acornear, pero eso no era su práctica habitual. Cuando esto se hacía costumbre, su dueño era responsable.
“¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros?” (1 Corintios 9:9,10) Verdaderamente podemos aplicar esa enseñanza a nuestras vidas. Muchos piensan que son sinceros al decir lo que piensan, y eso es un error. No estamos llamados como cristianos a decir todo lo que pensamos, si nadie nos preguntó. Debemos hablar siempre lo que edifica, lo útil para bendición, consolación, etc. Muchos no saben controlar sus espíritus, y se ve en ellos ese espíritu acorneador, que bajo cualquier pretexto en el hilo de una conversación disimuladamente largan un golpe. Eso es algo que debemos corregir, porque Dios nos pedirá cuentas de toda palabra ociosa que salga de nuestra boca (Mateo 12:36) y si eso era costumbre en nosotros, no podremos aducir nada.
Pensamientos para reflexionar