“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:23,24)
(Jesús) Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa…Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Marcos 16: 14:15)
Entre las cosas que el Señor le pidió a los suyos, se destacan prontamente dos: “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19) e “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15)
Dos maneras de proclamar su muerte. Una en adoración, haciendo memoria de él. Y la otra, anunciando las virtudes de aquel que nos salvó. (1 Pedro 2:9)
Dos maneras de cumplir con nuestro sacerdocio universal, el de todos los creyentes. “Ofreciendo sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” como miembros de un sacerdocio santo, y anunciando las virtudes del Señor y de su muerte, como parte de un real sacerdocio. (1 Pedro 2: 5 y 9)
Dos anuncios, o proclamaciones que requieren un compromiso de corazón.
No es suficiente, celebrar la Cena del Señor cada primer día de la semana y partir el pan, como el Señor lo instituyó, sin un corazón que discierna el cuerpo de Cristo y lo que esto implica. Simplemente como un ritual religioso. Sino que somos llamados a hacerlo con adoración, en espíritu y en verdad.
Como tampoco es suficiente cumplir con el evangelio colaborando con la obra misionera, sin tener un compromiso de corazón para con el Señor y la proclamación del evangelio. Debemos sentir la carga por los que se pierden para hablarles del Señor a todos los que Dios nos ponga adelante.
Pensamientos para reflexionar