“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28,29)
Ante Dios hay solamente dos clases de personas. LOS SALVOS Y LOS PERDIDOS.
Se podría objetar, con justa razón que, todos somos pecadores, “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:22,23)
Sin embargo, aunque todos somos pecadores, ante Dios, somos vistos, como:
PECADORES ARREPENTIDOS: Los que aceptamos a Cristo como nuestro único y suficiente salvador y recibimos “el perdón de pecados por su Nombre” (Hechos 10:43) Para los cuales no hay condenación, ya que el pecado no está sobre nosotros como condenación, pues “el Señor, llevó él mismo, nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24)
Y PECADORES PERDIDOS: Quienes rechazan la salvación ofrecida en Cristo Jesús, y por ende, tienen el pecado sobre ellos condenándolos para la eternidad. Como dijo el Señor Jesús: “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24)
No hay insensatez mayor que la de rechazar a Cristo.
Es verdad que el pecado acarrea condenación, sin embargo, Dios que es rico en misericordia, proveyó para que no fuéramos condenados. “El que no escatimó ni a su propio Hijo… lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32)
De manera que quienes “irán al castigo eterno” (Mateo 25:46) No será a causa de haber nacido pecadores (Salmo 51:5) Sino por haber rechazado la Salvación en Cristo Jesús.
Pensamientos para reflexionar