(Léase Mateo 22:1 al 14)
“Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:7 y 9)
“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20)
“Dios quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4) Esto se ve claramente a través de las Escrituras y es un hecho innegable, pero, sin embargo, Dios que proveyó la salvación del hombre, no salvó por decreto a todos, sino que desplegó su gracia para que el hombre se beneficie de ella por medio de la fe (Efesios 2:8)
En el evangelio de Mateo hay una parábola que dice que el reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo y envió a sus siervos a llamar a los convidados (Mateo 22:1 al 14) Muchos de los convidados rehusaron la invitación. El rey, finalmente, mando a llamar a todos sin excepción para que se llenara su casa. Era costumbre en aquellos tiempos que, en la puerta de entrada, se vistiera a los convidados dándole un vestido de boda provisto por el anfitrión.
Nos dice la Parábola que, el rey, al entrar, vio a un hombre que no tenía el vestido de boda, y le preguntó “Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció” Evidentemente no había entrado por la puerta, por lo cual fue echado de aquel lugar a las tinieblas de afuera” Esto nos muestra que Dios es bueno, y llama a todos, pero que es necesario pasar por la puerta, y esa puerta es Jesucristo. (Juan 10:9)
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar