Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8,9)
“En santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 2:2)
Los seres humanos viven sin pensar en Dios, pues no tienen relación con Dios, ni quieren tenerla. Que carezcan de esa relación es algo normal, porque eso es algo que produjo el pecado, pero que no quieran tenerla implica mayor culpabilidad, porque Dios tuvo misericordia de nosotros viendo el estado en el que nos encontrábamos a causa del pecado, y envió a su Hijo Jesucristo desde los cielos para reconciliarnos consigo mismo. Si el hombre no tiene comunión con Dios, no es porque Dios no quiere, sino porque el hombre no quiere (Juan 5:40)
Si Dios no interviniera en nosotros, y nos abandonara a nuestra suerte, ninguno se salvaría, pues nadie se acercaría a él, ni se arrepentiría de nada, ni llagaría a la conclusión que hay una vida mejor con Dios, porque el pecado desconecta de tal manera, que la persona está muerta espiritualmente. Pero, Gracias a Dios, hay una intervención divina, que hace que el hombre reaccione de una manera que sin esa intervención no podría. La intervención divina es por medio de la Palabra viva, que penetra hasta partir el alma y el espíritu. Es decir, los sentimientos y pensamientos. Y por medio del Espíritu Santo que lo santifica, despertándolo y apartándolo de lo que embarga su mente para alumbrarlo y así mostrarle la gracia de Dios, conduciéndolo a la obediencia, y al rociamiento de la sangre de Cristo.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar